La historia y la magia del abanico

abanicos flamencos

Uno de los complementos que no pueden faltar en la indumentaria flamenca es el abanico. Aunque su principal función reside en dar aire, también es un accesorio que aporta elegancia y distinción, capaz de convertirse en el accesorio perfecto si somos capaces de combinarlo correctamente.

Tiene su origen en Oriente. De hecho, en China la tradición del abanico es milenaria, remontándose a los tiempos del emperador Hsien Yuan en torno al año 2697 A.C. Pero la utilizada que desprendía este elemento también fue aprovechada por los egipcios, persas, babilonios, griegos o romanos. Hasta llegar a la actualidad como lo conocemos, siendo un complemento sencillo y muy útil para conseguir la refrigeración del ambiente.

En el caso de los abanicos egipcios destacan sobre todo por el gran tamaño que presentaban, siendo fijos, con forma semicircular, de plumas y mangos largos. Además de emplearse para dar aire, se usaban para espantar los insectos. Con el tiempo, este elemento adquirió la categoría de objeto ornamental capaz de reflejar poder.

Los romanos también hicieron uso de este elemento y recibía el nombre de Flabelo. Había un determinado modelo que denominaban muscaria que servía en exclusiva para alejar a las moscas.

Ya durante la Edad Media, en Occidente, el abanico se incluyó dentro de la liturgia cristiana con ánimo de proteger la Eucaristía de los insectos, además de refrescar a los presentes. Durante el siglo XIV fue perdiendo poder en la iglesia romana, pero se mantuvo en las griegas y romanas, donde se le conoce como rhipidion.

En las culturas incas y aztecas también tuvo su relevancia. Así lo demuestra el hecho de que entre los regalos que hicieron entrega a Hernán Cortés se encontraran seis abanicos de plumas.

Hay que decir que la mecanización del proceso de fabricación ha permitido ir aumentando la producción. Pero esto no es posible en todos los casos, ya que depende en gran medida del material que se emplee. Es el caso, por ejemplo, de aquellos ejemplares de nácar, cuyo calado debe hacerse por completo de manera manual.

El abanico plegable, que suele ser el más común, ha ido evolucionando con el tiempo, encajando en una gran variedad de estilos. Antes de que apareciera este modelo se tiene constancia de que se elaboraban estos complementos de encaje y plumas. En los siglos XVI y XVII, el abanico de madera o marfil, con país de tela o cabritilla bordada, era de vuelo corto. A partir del XVIII dejó de ser un accesorio reservado únicamente a las clases más poderosas, popularizando entre el pueblo. Solía ser de madera de vuelo corto y país reducido.

En los comienzos del siglo XIX adquieren una mayor popularidad los pequeños modelos de la época Imperio. Con el Romanticismo predominarán los de dimensiones más elevadas y con filigranas de calada y decoración. Durante estos periodos hay que destacar la implantación del papel impreso con grabado. En la última parte de este siglo también fue muy común el empleo de gasa pintada y encaje en la fabricación de los abanicos más grandes.

Tanto en el XIX como a comienzos del XX también se le sacó partido con otros propósitos. Era habitual que las chicas acudieran a eventos sociales acompañadas por sus madres o por algún familiar. De esta manera les resulta imposible entablar conversación con libertad con los hombres presentes en el acto. Pero sí que se las ingeniaban para transmitir mensajes cortos a través de un lenguaje secreto en función de la posición que pusieran el abanico. Por medio de estos códigos dejaban al descubierto sus preferencias o intenciones.

El abanico en España

En muchos países del mundo se continúan fabricando, como puede ser el caso de España, donde se ha convertido en un símbolo más de nuestra cultura, con un gran vínculo con el flamenco.

En España, los primeros abaniqueros se remontan al siglo XVII, de la mano de Juan García de la Rosa, Juan Sánchez Cabezas, Jerónimo García o Francisco Álvarez de Borja. Los defectos que presentaban estos complementos en sus inicios hicieron que quedaran relegados a un segundo plano. Al término de este siglo, los fabricantes italianos y franceses consiguieron imponer su poder en cuanto a la producción.

No fue hasta mediados del XVIII cuando se recupera la hegemonía gracias a la subvención que aprueba el gobierno de Carlos II, que también limita la entrada de abanicos del exterior.

Un complemento muy femenino y elegante

El abanico español puede considerarse uno de los complementos más valorados en nuestra cultura. Cumple con creces su función de dar aire y plantar cara al calor, pero también se utiliza con otros propósitos. Adquiere la categoría de accesorio del vestuario femenino capaz de aportar mucha elegancia.

En nuestro país, el más habitual es el abanico plegable, pudiendo diferenciarse dentro de estos dos variantes, como son los semicirculares y los redondos. Los primeros suelen ser los más conocidos y los que se fabrican en España. Se componen de un conjunto de varillas planas, ya sean de madera, marfil o material sintético, que se sujetan a una base por medio de una argolla o clavo pequeño. Las varillas permanecen unidas en el otro extremo con una banda, por lo general con algún elemento decorativo, pudiendo ser de papel o tela y la apertura se realiza de manera semicircular.

Las partes del abanico flexible son las siguientes:

  • Baraja: estructura plegable del abanico.
  • País: se trata de la tela que se encuentra adherida a la baraja.
  • Varillas: son las tiras de madera que van caladas o pintadas.
  • Cabera o varilla maestra: es la primera y última varilla, que tienen la particularidad de ser más gruesas. En determinados modelos pueden apreciarse auténticas obras de arte con orfebrería o grabado.
  • Calado: son los agujeros que se hacen sobre las varillas, y que tienen el propósito de incrementar su aerodinámica y de aportar un toque distinto de decoración.

Además de los plegables, también hay que hacer mención a los abanicos fijos. Presentan un aspecto plano y por lo general se sujetan a través de un mango que puede tener dimensiones diferentes. Suelen fabricarse con distintos materiales, entre los que predomina sobre todo el cartón, tela, plumas u hojas de palmeras.

Los tipos de abanicos

En función del uso que se le dé podemos encontrar distintas clases de abanicos. En esta ocasión vamos a clasificarlos en las siguientes categorías.

  • Abanico pericón: es el abanico que se emplea en el baile flamenco. Para aportarle una mayor vistosidad al baile suele presentar un importante tamaño, en torno a los 31,5 centímetros, aunque también los hay de 27 que resultan más manejables y que pueden ser una estupenda opción para las que se inicien en este arte. Es uno de los complementos para bailar flamenco que más juego da. Tan solo habrá que elegir uno con un color que combine con el resto del vestuario.
  • Abanico como accesorio: cumple con el cometido con el que surgió inicialmente este accesorio, refrescarnos en los momentos de más calor. También sirve como acompañante para los trajes de feria o de fiesta. Lo aconsejable es escoger uno de un tamaño manejable que nos ayude a conseguir un estilo más distinguido.
  • Abanico decorativo: a diferencia de los anteriores, suelen contar con un tamaño superior, además de ir decorados con colores y adornos que sean capaces de captar la atención. Se emplea sobre todo para ambientar espacios tradicionales, como puede ser un salón o un dormitorio. Incluso encajan a la perfección como recuerdo o regalo si se elige con motivos típicos de una cultura concreta.

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